Reflexiones Sobre el Fin del Mundo No. 4

Ponderé en las rutas que dirigen hacia las largas pero interesantes rondas de charlas, ponderaciones y declaratorias de teoremas en el Consulado o en Paris en el Infierno. Pues allí se erigieron de entre teorías y el jolgorio de las bebidas esprituosas, haciendo sombra sobre el bajo mundo... una serie de murallas primera etapa. Las Murallas de Jericó, protegidas por gárgolas, vampiros y personajes de Disney. Semejante destello de señales findemundistas no se observaban en la Tierra desde los ahorcamientos públicos y The White Stripes.



Una por una sonaron las siete trompetas que debían derribar el gran muro, los chicos malos, los barney, los punta de miel, iban como kamikazes contra la muralla sólo para adentrarse en un tunel que cual si fuere un caleidoscopio, envolvía la ilusión de penetrar en una onda tan psicodélica que sin duda alguna hacía flaquear en vanagloria y seguridad al más bolsa de los Barney. Pero siempre llegaba la muralla, y la Muralla de ojos de caleidoscopio vendió su ilusión, y sí, todos admitían haber quedado cegados en vanagloria y subestimaron el poder de una muralla apenas de primera etapa.



Hasta que ya para el último gran trompetazo, en esta ocasión, el gran toro semental intentó derribar el Gran Muro de Jericó. Resistió como el mejor e hizo tambalear la muralla en sus cimientos. Pero semejante diablura es incapaz de ser tolerada por cualquier ser pensante mayor de edad por tanto tiempo, y se desplomó sobre sus rodillas.

El ocaso de aquel día fue recibido con el resonar de la 6ta corneta, y junto a Panki, Teriyaki y las decenas de miles de hippies comunistas convocados en el Estadio... retumban los pasos galopantes de los caballos de los cuatro jinetes del apocalipsis... esta es la señal de la bestia... no hay dudas... ya se aproxima el fin del mundo.